LAS ETAPAS INICIATICAS
El método
Difundimos una disciplina espiritual (sâdhana), un método de Realización, que se caracteriza por la transmisión de una serie de etapas específicas.
Se trata de un sistema iniciático que sólo pretende representar la especificidad de un trabajo espiritual durante un período de vida limitado.
Nuestras raíces en la tradición hindú no presuponen ningún intento por nuestra parte de tratar de «convertir» a la gente a cualquier forma de neo-hinduismo, sino que transmitimos una jerarquía de prácticas adaptadas a lo específico de cada persona.
Ponemos en práctica una pedagogía interreligiosa, en la que cada creyente es llevado a utilizar las técnicas de recuerdo que transmitimos sobre temas de contemplación propios de la tradición a la que pertenece.
En cuanto a los que no están vinculados a ninguna tradición, la disciplina que transmitimos se asemeja a una metapsicología transpersonal.
La transmisión de estas etapas se hace de manera individual, ya que se adapta a cada uno de ellos, teniendo en cuenta lo específico de las predisposiciones y el trabajo espiritual que algunas personas ya han realizado.
En cada etapa hay: Comunicación de un conjunto de textos, una práctica específica de meditación, un tipo particular tomas de conciencias que se efectúan durante las actividades diarias y prácticas episódicas.
La transmisión de una etapa es un trabajo espiritual por un período de seis a doce meses. Al final de este período, el análisis de los resultados obtenidos conduce al paso a una etapa superior o al mantenimiento en la misma etapa, con mantenimiento o modificaciones de las prácticas espirituales implementadas.
La transmisión individual de las etapas se realiza en forma de entrevistas individuales. Cuando la distancia es un problema, ciertas etapas pueden ser transmitidas por teléfono o, mejor aún, por contacto visual a través de Internet.
Independientemente del tipo de transmisión, sólo se requieren dos contactos por año. En caso contrario, un único contacto anual puede ser suficiente. Por lo tanto, estamos muy lejos del fenómeno de reclutamiento sectario temido por algunos.
La transmisión de las etapas iniciáticas puede ir acompañada de seminarios de dos días o una semana, cuando un grupo de personas desea realizar un trabajo colectivo intenso.
El instructor o instructora que transmite las etapas no es un Maestro. No acepta «discípulos», es simplemente un amigo que da la ayuda que puede dar quien ya ha recorrido el Sendero indicado. Toda la eficacia del método se basa en el trabajo personal.
La enseñanza es gratuita. Los instructores o las instructoras deben tener su propia fuente de ingresos y no pueden hacer de la transmisión espiritual una profesión. Se les prohíbe recibir cualquier tipo de remuneración o regalos.
Lo único que paga la persona que recibe la transmisión de la enseñanza son los folletos que tiene que comprar y el reembolso de los gastos de transporte de los instructores o instructoras cuando se desplazan para enseñar y posiblemente una participación en el alquiler de la sala donde se celebra la reunión.
Para preservar el principio de gratuidad, nuestra Cofradía se abstiene de poseer tierras. Las transmisiones que se realizan en casas particulares o en algunos lugares dejados o alquilados, según las circunstancias.
Esta gratuidad, que es una consecuencia del amor espiritual, tiene como objetivo reaccionar contra las infamias del mercantilismo espiritual que prolifera en nuestros tiempos.
Una formación pedagógica está abierta a las personas que deseen ser instructores o instructoras. Esta formación consiste en la asimilación doctrinal y el trabajo en las aptitudes rituales.
Los que deseen hacerlo pueden comenzar esta formación antes de haber completado la recepción de las etapas iniciáticas. Pero obviamente sólo podrán ejercer su papel de instructores o instructoras, después de la asimilación de la última etapa de la iniciación.
A los que hayan completado la recepción de la iniciación se les puede hacer la propuesta para entrar en nuestra Cofradía. La pertenencia a dicha Cofradía presupone un doble compromiso: el de continuar la práctica de la disciplina espiritual y el de participar en el Don de la Enseñanza.
Aunque la sostenibilidad de este método depende de los instructores que lo difunden, existen modalidades menores de participación en el Don de la Enseñanza.
La necesidad de las etapas
Un estudio cuidadoso de los Textos tradicionales en los que se fundamenta el Advaita pone de manifiesto un conjunto de afirmaciones que, a primera vista, parecen ser contradictorias.
Las principales contradicciones aparentes que se pueden observar son:
- La afirmación de que el mundo es una ilusión carente de Realidad y la afirmación de que el mundo es una Realidad, dado que es la manifestación de lo Absoluto.
- La afirmación de que nuestro Sí, como pura Conciencia, es distinto del cuerpo, de la mente y del intelecto y la afirmación de que «todo es nuestro Sí», estando el cuerpo, la mente y el intelecto incluidos en este Todo.
- La afirmación de que el Absoluto debe ser entendido por una aprehensión intelectual y la afirmación del hecho de que el intelecto debe ser rechazado.
- La afirmación de que debemos ajustarnos a las prescripciones tradicionales en relación con el bien y el mal y la afirmación de que estamos más allá del bien y del mal.
- La afirmación de que para obtener el Conocimiento debemos basarnos en las Escrituras y la afirmación de que las Escrituras deben ser rechazadas.
- La afirmación del hecho de que se requiere la práctica de una disciplina espiritual (sâdhana) y la afirmación de que ninguna disciplina es necesaria y que no hay nada que practicar.
- La afirmación de que el objetivo es conseguir que el Conocimiento (Jnâna) y la afirmación que nuestro Sí está más allá del Conocimiento y de la ignorancia.
- La afirmación de que, como nuestro Sí es de la misma naturaleza que el Absoluto, es Ser-Consciencia-Beatitud y la afirmación de que el Absoluto está más allá del Ser y del No Ser.
- La afirmación de que la Liberación es la meta de la vida y que debemos concentrar toda nuestra energía para conseguirla y la afirmación de que la Liberación no existe, puesto que somos libres desde siempre.
- La afirmación de que hay que lograr una vivencia constante, y la afirmación de que esta vivencia ya es constantemente nuestra.
Frente a la diversidad de estas afirmaciones, es posible adoptar tres posiciones:
- El posicionamiento de la estupidez que consiste en considerar que estamos en presencia de un pensamiento incoherente que afirma todo y su contrario.
- El posicionamiento del error que consiste en elegir entre estas afirmaciones las que nos parecen ser las más interesantes, lo que, desde el punto de vista del ego, no dejará de ser: la falta de la disciplina necesaria, lo que resultará muy agradable para nuestra pereza fundamental, el hecho de que nos situemos más allá del bien y el mal, lo que nos permitirá hacer todo que queramos, etc. Esto resultará en un seudo-Advaita meramente intelectual, que quizás podrá acompañarse de experiencias esporádicas, pero que no conseguirá ninguna vivencia constante, auténtica y profunda, debido a la falta de purificación del hombre. En el mundo moderno, hay un número de personas que han desarrollado la distribución comercial de la enseñanza de este seudo Advaita.
- El posicionamiento pertinente, el del Advaita tradicional, que consiste en entender que estamos en presencia de un proceso de pensamiento jerárquico que, a partir de la ignorancia común, se eleva a niveles cada vez más altos y que lo que es verdad a cierto nivel deja de serlo en el nivel superior. Por lo tanto, hay que elevarse desde una verdad relativa a otra verdad más amplia y esto hasta llegar finalmente a la Inefable evidencia frente a la cual no se puede formular nada.
Es en esta progresión desde un nivel a otro, de verdad en verdad, en donde se apoya la estructura de las etapas iniciáticas.
En cuanto a la pertinencia de la jerarquía que establece el hecho de que hace falta comenzar con tal o cual etapa y luego pasar a otra, se basa en dos elementos:
- Un conjunto de afirmaciones que se encuentran en las Escrituras y las enseñanzas de los Maestros.
- Una coherencia interna que demuestra que uno debe pasar necesariamente por tal etapa determinada antes de poder pasar a tal otra y no al revés.
Perspectiva de las etapas
Perspectiva general
Esotéricamente, toda iniciación se define por un sistema de enseñanza que no es accesible directamente a todos, porque comprende una jerarquía de etapas que deben ser franqueadas.
Podemos establecer un símil de la Realización espiritual con el escalar una montaña: para el neófito que, al levantarse el día, contempla la cima de la montaña, ésta le puede parecer inaccesible. Pero si, confiando en su guía, empieza a andar paso a paso, acaba por alcanzar la cumbre al final de la tarde.
Definición de las etapas iniciáticas
Existen enseñanzas espirituales que son difundidas de manera uniforme a todas las personas interesadas en ellas. A parte de eso, todos los sistemas iniciáticos tienen en común una estructura jerarquizada en el interior de la cual se debe progresar. Una Enseñanza iniciática se compone, por tanto, de una serie de etapas que se deben superar. Tal es el caso de nuestra Cofradía que dispensa una enseñanza iniciática, en el sentido auténtico y tradicional de este término.
La razón de ser de la estructura iniciática de nuestra enseñanza es la siguiente: las Enseñanzas más elevadas no son “realizables” para los debutantes; estos deben asimilar y practicar una serie progresiva de niveles de aprehensión espiritual, antes de tener la madurez interior requerida para aprehender la simplicidad del más alto nivel y ser capaces de integrarla en el seno de su vivencia cotidiana.
Por consiguiente, la transmisión tradicional del método de realización espiritual que proponemos se efectúa por la comunicación de una serie de etapas.
En cada etapa, el aspirante debe practicar unos métodos de recogimiento y unas «tomas de consciencia» en el interior de sus actividades diarias. Aparte de eso, se añaden ciertas prácticas espirituales episódicas.
Aspecto individual
Las transmisiones iniciáticas son estrictamente individuales.
Durante el Noviciado, las prácticas transmitidas se adaptan a las predisposiciones espirituales de la persona y tienen en cuenta la presencia o la ausencia de su vinculación a una confesión religiosa.
Todas las etapas iniciáticas se comunican bajo el sello del secreto, lo que implica que la persona sólo hará de él un uso privado.
Nuestra pedagogía se basa en el trabajo individual. Es un camino solitario que no se fía de las exaltaciones colectivas, del mimetismo gregario y de los “efectos de grupo”.
Motivación requerida
Recibir una transmisión iniciática significa recibir un programa de trabajo espiritual que debemos integrar en el interior de nuestra vida diaria.
Por lo tanto, para solicitar una transmisión, hay que estar seriamente decidido a efectuar un trabajo espiritual intenso, que exigirá a veces que cambiéis vuestras actividades, su distribución y su orden de prioridades. Las personas que viven en un estado de hiperactividad, que están literalmente sobrecargadas de trabajo, de obligaciones materiales y de preocupaciones, no son aptas para esta recepción. La primera cosa necesaria para ellas será “hacer sitio” para lo espiritual en su vida.
Paso de la iniciación virtual a la efectiva
Una transmisión iniciática confiere une iniciación «virtual». Es por su trabajo personal como el practicante logra que la etapa iniciática transmitida llegue a ser “efectiva”.
Al recibir la transmisión de una etapa iniciática, recibís la transmisión de una semilla que os toca hacer germinar por medio de vuestro trabajo interior. Es con vuestro trabajo personal que la iniciación recibida «virtualmente», como potencialidad, llegará a ser una iniciación efectiva.
Después de haber recibido la transmisión de una etapa iniciática, sólo os faltará, pues, realizar los ejercicios y los pasos interiores que caracterizan la transmisión que habéis recibido.
Correr detrás de la recepción de las etapas iniciáticas porque os imagináis que os vais a realizar de forma “mágica” sólo con su mera recepción, significa correr detrás de una sombra. Es por medio de vuestra interiorización, vuestra vivencia de la enseñanza, que la “realizáis” y la volvéis efectiva.
En consecuencia, si bien invitamos a todos a progresar con ardor, invitamos, igualmente, a cada uno a “tomarse su tiempo”, para pedir una nueva transmisión sólo después de una auténtica integración en la vivencia de la etapa transmitida.
No fiarse de los juicios
No juzguéis la Enseñanza en el curso de su recepción, puesto que vuestro conocimiento de ella permanecerá incompleto mientras no hayáis recibido la totalidad de las etapas iniciáticas.
Debéis saber que cada etapa es incompleta, es una faceta del proceso de descondicionamiento que tiene por objetivo retirar el velo de la ignorancia metafísica.
En cuanto a los profanos que hablan de una enseñanza iniciática de la cual no han recibido, ni interiorizado las diferentes etapas, sus palabras no son más que los balbuceos incoherentes de un niño en su sueño.
RESUMEN DE LA ESTRUCTURA INICIATICA
Como en muchas iniciaciones tradicionales, existen en lo que proponemos tres niveles: Noviciado, Gnosticado, Adeptado.
Sin embargo, antes de llegar al Noviciado, hay que haber franqueado el Postulado.
El Postulado
El postulado se define como un período de tiempo, bastante corto, durante el cual se asegura que la persona tiene las habilidades necesarias.
Para eso se le pide un estudio previo, así como la de rellenar un cuestionario.
Este período de selección también os permite comprobar si la enseñanza que ofrecemos corresponde a lo que buscáis y en caso negativo no perdáis vuestro tiempo.
El postulado abarca lo que llamamos la realización de los «tres pasos de introducción».
El Noviciado
El primer nivel de trabajo iniciático es el del Noviciado.
Se descompone en cuatro grados.
El objetivo del Noviciado es vivir por medio de una experiencia interior sutil la presencia de nuestro Sí (Atmâ), es decir de nuestra Identidad verdadera como pura Consciencia (Chit) distinta del cuerpo y de la mente.
El Noviciado se caracteriza por una adaptación a las características confesionales y a las predisposiciones personales del practicante. Más allá del Noviciado, estas especificidades desaparecen y la Enseñanza se vuelve uniforme.
Primer grado del Noviciado
Se caracteriza por la transmisión de un conjunto de Reglas de Vida (Yama Nyama) y es importante saber si el impetrante está decidido a hacer un esfuerzo sincero para ponerlas en práctica en su vida cotidiana. No es que se le pida una práctica perfecta desde el principio. Lo que se requiere es una simple voluntad de avanzar directamente hacia el ideal de comportamiento descrito en estas Reglas de la Vida.
En este primer grado también se transmite una práctica elemental de meditación.
Segunda etapa del Noviciado
A este segundo grado se transmite una práctica más profunda del recogimiento, un trabajo de ejercicios para el desarrollo de las posibilidades de atención y la práctica de las tomas de conciencia dentro de las actividades cotidianas, todo lo cual constituye el camino que conduce a la Gnosis.
El tipo de técnica contemplativa y las tomas de consciencia que el novicio debe realizar en la vida diaria varían según su orientación confesional o no confesional. Estas técnicas también dependen de si ha practicado o nunca ha practicado la meditación y si es así, cuál ha sido la naturaleza de tu práctica. Todo el mundo entenderá fácilmente que la misma práctica no sería adecuada para alguien que nunca ha practicado ninguna forma de recogimiento y para alguien que ha estado practicando el Zen durante veinte años.
Por otro lado, la práctica se adapta a la estructura espiritual de cada persona.
Consideramos que hay cuatro tipos fundamentales de practicantes:
- Los que tienen una predisposición a la devoción informal.
- Los que tienen una predisposición a la devoción formal.
- Los que tienen una predisposición a la devoción cósmica.
- Los que tienen una predisposición a la práctica no devocional.
Los tres primeros tipos se caracterizan por el aspecto «devocional» de su enfoque. Entendemos por «predisposición devocional» el hecho de dirigirse a Dios a través de la oración y de elevar nuestros sentimientos hacia Él. Esta tendencia devocional puede ejercerse en un entorno confesional o fuera de cualquier afiliación religiosa.
Se dice que esta devoción es «informal», cuando el amor, la veneración y la sumisión se dirigen a Dios en su realidad invisible, omnipresente e informal. Se dice que esta devoción es «formal» cuando el amor, la veneración y la sumisión se dirigen ya sea a una persona, un Maestro, un ejemplo humano, con una marcada dimensión histórica (Jesucristo, la Virgen María, el Buda, un Bodhisattva, Confucio, Lao-tse, Krishna, un Sat-Guru hindú como Ramana Maharshi, Ramakrishna, Mâ Ananda Moyî, etc.) o a una persona que es un «ejemplo humano» (Jesucristo, la Virgen María, el Buda, un Bodhisattva, Confucio, Lao-tse, Krishna, un Sat-Guru hindú como Ramana Maharshi, Ramakrishna, Mâ Ananda Moyî, etc.).); o a una representación simbólica de lo divino (Shiva, Vishnu, Kali, Sarasvati, un Yidam tibetano).
Se dice que esta devoción es «cósmica» cuando lo Divino es aprehendido a través de la Naturaleza en la que se percibe su gloriosa Manifestación. A cada uno de estos tres tipos de devoción, la transmisión iniciática de la Mayéutica propone un trabajo espiritual diferente, ya que es obvio que lo que es adecuado para uno no puede serlo para el otro.
Pero junto a los que están naturalmente predispuestos a la devoción hay otros que, por el contrario, no lo están. Estas personas suelen carecer de toda afiliación confesional y desean con total independencia y libertad buscar la experiencia de la Trascendencia, que está más allá de toda conceptualización teológica. Para estas personas, la transmisión iniciática de la Mayéutica ofrece otro tipo de trabajo espiritual, adaptado a lo específico de su enfoque.
Tercera etapa del Noviciado
En el tercer grado, se transmiten los ritos teúrgicos, que deben realizarse episódicamente.
Esto puede ser un obstáculo para las personas que están influenciadas por la ideología moderna y tienen un prejuicio desfavorable hacia los rituales. Deben superar este prejuicio o buscar otro Sendero de realización espiritual.
Lo que proponemos a todos verificar es que los ritos tradicionales tienen un poder muy importante de purificación y estructuración interior. Un poder que no sólo actúa a nivel consciente sino que también «toca» áreas profundas del inconsciente.
Puede decirse que si la psicoterapia propone un trabajo de «escarbar» y sacar a la luz las raíces de comportamiento responsables de un conjunto de trastornos, los ritos tradicionales, sin escarbar bajo la superficie de la experiencia consciente, actúan como un herbicida destruyendo un conjunto de «Nodos» situados en el inconsciente.
De ello se desprende que si los ritos no pueden producir el Conocimiento (Jnâna), constituyen a nivel humano medios de evolución y purificación que preparan el terreno en el que puede germinar el Conocimiento y en el que se puede estabilizar la experiencia de este.
Cuarta etapa del Noviciado
Este cuarto grado es el que llamamos «Despertar trascendente». Se caracteriza por el fortalecimiento de la transferencia del sentimiento de existencia al nivel del Sí (Atmâ).
Este «Despertar» se caracteriza, gracias a un desplazamiento de la atención, por la capacidad de sentir, de manera voluntaria y fácil, pero no constante todavía, que existimos fuera del cuerpo físico, a corta distancia de él, por encima o en la parte posterior de la cabeza. Situándonos así «fuera del cuerpo», continuamos percibiéndolo y observándolo. Tal Despertar genera espontáneamente una transformación de la experiencia vivida en nosotros mismos y el desarrollo de la vida humana.
Adaptaciones a casos especiales
La estructura iniciática que ponemos en marcha no es algo rígido. Las transmisiones se adaptan a los casos particulares de personas que ya han avanzado en el Camino de la Realización.
Así es como algunas personas, dependiendo del trabajo espiritual ya realizado, pueden franquear los cuatro grados del noviciado en una sola etapa, cuando éstos son para ellos sólo una especie de «revisión».
De la misma manera, después del noviciado, se podría acortar el trabajo de ciertas etapas iniciáticas correspondientes a elementos que la persona ya ha trabajado, a fin de aprovechar estos logros.
El Gnosticado
Se caracteriza por la transmisión de los siguientes pasos:
1- Transmisión de la toma de conciencia de la ilusión fenomenal (mâyâ vada)
El trabajo consiste en introducir en nuestras vidas la comprensión de la ilusión fenomenal (maya). Una ilusión que surge del hecho de que el mundo que percibimos es una creación de los sentidos interpretados por la mente.
Al sustituir el concepto de «la realidad del mundo» por el de «la irrealidad del mundo», cambiamos radicalmente nuestra comprensión de la existencia. Una de las consecuencias de este cambio es el desapego.
La exigencia del desapego es una característica de toda espiritualidad auténtica y tradicional, que es precisamente lo que la pseudo-espiritualidad del tipo «New Age» quiere evitar.
Hay dos maneras de lograr el desapego: por una voluntad ascética que erradica y suprime dolorosamente las pasiones humanas. O por el cambio conceptual que se propone, porque uno sólo se apega a lo que implícitamente cree que es verdad.
Cuando dejamos de identificarnos con el hombre, nos encontramos en el nivel del Absoluto, que es nuestra verdadera naturaleza, ya que ninguna necesidad de manifestar el mundo puede existir en lo Absoluto, la existencia humana es sólo una distracción, un juego (Lîlâ), una fantasmagoría libre que pasa a través de nuestra Eternidad.
2- Transmisión de la Gnosis de la Identidad Trascendente más allá de la Experiencia (Brahmajnâna)
La Gnosis trascendente se obtiene mediante un uso sistemático de la discriminación (viveka) con el fin de destruir el concepto de identificación con el cuerpo y la mente.
El simple hecho de ser capaz, en el Despertar trascendente, de sentir que uno existe más allá del cuerpo y la mente, no ha destruido las raíces del proceso mental de identificación egoísta que fabrica la ilusión del yo individual (ahamkâra).
Se trata de alcanzar la profunda y vivida convicción de ser la Conciencia universal y trascendente del Sí (Âtman) que no conoce el nacimiento, la muerte o cualquier forma de encarcelamiento en el cuerpo, el tiempo y el espacio.
La Conciencia de la que hablamos no debe confundirse con la «conciencia psicológica o mental». Es decir, con la conciencia de «esto o aquello» que es la única forma de conciencia conocida por la filosofía y la psicología occidental.
Esta Conciencia, que es el espacio en el que surgen todas las formas de percepción, está en sí misma vacía de todo contenido. Por eso se llama «Conciencia pura» (Chit).
Esta Conciencia no es una «conciencia personal», sino una Conciencia universal y trascendente que, por su carácter Omnipenetrante, habita en el corazón de todas las formas de vida y constituye la verdadera identidad, el Sí (Atmâ) de cada persona.
Nuestra verdadera Identidad como Conciencia, más allá del hombre en sus aspectos físicos, psíquicos y espirituales, es de la misma naturaleza que la del Absoluto (Brahman) o de Dios, que es Espíritu puro o Conciencia pura. Esta Conciencia no se preocupa por la pureza, la impureza o cualquier forma de experiencia espiritual, que obviamente incluye el Despertar trascendente.
Todas las limitaciones, todos los condicionamientos humanos, todos los estados psicológicos, todas las experiencias son sólo elementos del espectáculo que nuestra Conciencia percibe de momento en momento.
Esta etapa se resume en la experiencia de la afirmación del Vedanta: «No soy ni el cuerpo, ni la energía vital, ni la mente, ni el intelecto: soy el Sí».
3- Transmisión de la Gnosis Englobante (Sarvam Brahma Jnâna)
Lo Real consta de dos principios distinguibles, pero no separables. Como la llama y su claridad. Estos dos Principios son, por un lado, el Poder Divino, la Energía (Shakti) que produce la totalidad de las apariencias fenoménicas (Maya) y, por otro lado, la Conciencia universal y trascendente que mora en la totalidad de las formas de vida y percibe los fenómenos generados.
Como todo es Uno y como sólo hay una Conciencia y una Energía, somos inseparables de estos dos Principios. Somos la Conciencia inmutable que percibe y el movimiento de los fenómenos percibidos.
Vivir esto es darse cuenta de nuestra unidad con todos los seres. También significa destruir el concepto, la creencia, en la alteridad que nos separa ficticiamente del mundo y de los demás. La realización de este paso se resume en los textos vedánticos con la frase: «Todo es mi Sí».
Este paso es fundamentalmente distinto del anterior, que distinguía entre «el Sí mismo», es decir, la Conciencia pura, y el «no Sí mismo», que consiste en el cuerpo, la energía vital, la mente y el intelecto. Mientras que ahora se trata de reconocer todo lo que se percibe como nuestro Sí.
Si la enseñanza de estas dos etapas no se coloca en su orden jerárquico, ciertos textos del Advaita-Vedanta parecen una mezcolanza contradictoria en la que, habiendo afirmado que somos distintos de todo, declaramos después que todo es «Nosotros mismos».
Trabajar la Gnosis Englobante sin haber comprendido la anterior, presenta riesgos de desequilibrio psicológico, porque la identificación con la totalidad del cosmos se haría desde el yo individual, lo cual es verdaderamente delirante.
Reconocer a través de la comprensión nuestra unidad con la totalidad de los fenómenos y criaturas y luego integrar esta comprensión en nuestra vida cotidiana es destruir la idea de ser una pequeña entidad individual aislada.
Nuestra «realización espiritual» se convierte en la realización de todos los seres que ocurrirá al final de los tiempos, ya que todos los seres son otras tantas facetas de nuestra manifestación energética.
4- Transmisión de la Suprema Gnosis sin conceptos (Prajnâ)
Las nociones de ilusión, de Gnosis trascendente y de Gnosis Englobante eran comprensiones conceptuales y objetivaciones que nos hacían «vivir» estos conceptos. Ahora, debemos rechazar, sin ninguna concesión, todos los conceptos que podamos tener sobre el mundo, sobre nosotros mismos, sobre la Realidad absoluta y sobre la espiritualidad.
Esta destrucción de las comprensiones conceptuales deja sólo lo Inefable y lo Inexpresable.
Tal destrucción conceptual, si se produjera sin la experiencia interna de las etapas anteriores, sería puramente negativa y equivaldría a una forma de nihilismo filosófico.
Acercarse directamente a este nivel sin pasar por el trabajo conceptual que caracteriza las tres etapas anteriores es ir más allá de un intelecto que todavía no ha madurado.
El rechazo de todos los conceptos sólo puede dar realmente todos estos frutos, después de utilizar los conceptos liberadores de los tres primeros pasos. Si no es así, si se quiere pasar directamente al rechazo de todos los conceptos, la vida del practicante se verá sometida a una terrible dicotomía: vivirá un momento en el rechazo de todos los conceptos y al siguiente, como su realización espiritual es todavía imperfecta, volverá al nivel más bajo, el de la creencia en la realidad del mundo y la identificación con el cuerpo y la mente.
5- Transmisión de la búsqueda de la vivencia constante de la Suprema Gnosis (Prajnâ-Nishtha)
Ahora debemos buscar una vivencia constante de la Suprema Gnosis (Prajnâ). Sólo aquellos que logran una vivencia constante, veinticuatro horas al día, son los «Liberados Vivos» (Jivan-Mukti).
Para que la vivencia gnóstica sea cada vez más constante, se recurre a la «disciplina de la atención», porque la atención constituye su instrumento, sin recurrir a los conceptos.
A menudo los practicantes descubren la Suprema Gnosis utilizando tal o cual forma de atención especial, correspondiente a su propia práctica. Eso les hace pensar que la vivencia gnóstica constante será posible por la instalación constante de esta forma de atención. Esta deducción, que parece evidente, es sin embargo errónea, porque recurrir a una sola forma u orientación de la atención resulta inadecuado para la diversidad de circunstancias.
Para integrar la experiencia de la Gnosis suprema en todo tipo de circunstancias, necesitamos trabajar en las siguientes formas de atención:
- La orientación interna de la atención hacia nuestra presencia, nuestro yo.
- Orientación externa de la atención hacia la totalidad del momento presente.
- Orientación de la atención hacia los demás.
- Orientación de la atención hacia un elemento del mundo.
- Orientación de la atención hacia la Energía Cósmica.
- Orientación de la atención hacia la Energía Espiritual.
- Dirigiendo la atención a la actividad física.
- Orientación de la atención hacia el cuerpo, externa o internamente.
- Orientación de la atención hacia las producciones mentales involuntarias.
- Orientación de la atención a la actividad intelectual.
- Dirigir la atención de la atención al dolor.
- Orientación de la atención hacia el placer.
- Orientación de la atención hacia el estado de sueño y el sueño profundo.
Cada foco de atención es una técnica particular.
6- La transmisión del establecimiento en el Sí (Âtma-samstha)
La diversidad de formas de atención, con su aspecto técnico y artificial, está desapareciendo a favor de una sola forma de atención que está arraigada en nuestro Sí, nuestro Âtman.
Este arraigo va acompañado de una experiencia beatífica. Sin embargo, sólo lo que da placer puede ser constante.
La experiencia beatífica produce una transmutación de toda la avaricia humana que busca constantemente el placer y encuentra el apaciguamiento en el propio Sí.
Es también en esta etapa que aprendemos a vivir como una pura Conciencia de Testigo no afectada por el espectáculo de los estados de vigilia y de sueño.
7- Transmisión de la permanencia eterna más allá del Ser y del No Ser (Nitya-Sat-Asat)
Todo lo que hasta ahora se ha hablado se ha vivido a nivel de la conciencia. Ahora debemos arraigarnos en lo que siempre y para siempre hemos sido más allá de la Conciencia y la inconsciencia, más allá del Ser, en el No-Ser.
El no-ser no es una nada pura e inexistente. Si el No Ser no existiera, si fuera sin existencia, sin Ser, sería inútil hablar de ello. El No Ser es la modalidad potencial del Ser Manifestado.
Cada forma de vida, cada universo, se caracteriza por una Manifestación (Vyâkta) de Energía Cósmica (Shakti). Esta Energía también conoce el estado de No Manifestación (Avyâkta) que no es otro que el No Ser (Asat).
Así, la Realidad del Supremo Absoluto (Para-Brahman) abarca su propia existencia y la de Su Poder (Shakti), en ambas modalidades de No Ser (Asat), o No Manifestado (Avyâkta) y Ser (Sat), o Manifestado (Vyâkta).
Algunas enseñanzas cometen el error de imaginar que el No Ser está más allá del Ser del Absoluto, cuando en realidad el No Ser precede no al Ser Absoluto sino al Ser Manifestado. Cualquier manifestación sólo puede ocurrir si se origina en una potencialidad preexistente, una potencialidad que es la del No Ser Cósmico.
El fin de un universo es el retorno de las Energías que lo componen al estado de No Manifestación, de No Ser; y el surgimiento de un nuevo universo es la Manifestación de una parcela de las posibilidades contenidas en lo No Manifestado.
Arraigarse en el No Ser es plantearse «la cuestión de los orígenes», volviendo a lo que éramos antes del nacimiento, antes de la aparición del mundo.
Esta etapa es el paso de vivir en el nivel de conciencia del Ser, del Sí universal (Atmâ), a vivir en nuestras profundidades (Para-Atmâ) que están situadas en el abismo del Absoluto (Para-Brahman).
Para ello debemos ir más allá de la conciencia evocando la inconsciencia, y luego ir más allá de la inconsciencia misma, de la cual somos el Testigo.
8- Transmisión del Estado Natural (Sahaja-Avasthâ)
El estado natural es vivir lo que siempre hemos sido.
Sin esfuerzo, sin investigación, sin ejercicio.
Debemos aprender a darnos cuenta de que en ningún momento podemos dejar de ser ESO. Seguimos siendo lo que siempre hemos sido y lo que siempre seremos. Independientemente de las imperfecciones humanas.
Ya que estas imperfecciones existen, la práctica continúa, ya que mientras que somos lo inmutable, el hombre, como todos los fenómenos percibidos, está en el devenir. Ahora, en el Devenir, es posible una evolución infinita.
Esta ausencia total de «hacer», esta superación de la voluntad individual, esta desaparición de la búsqueda espiritual, mientras el hombre sigue actuando, son obviamente sólo posibles para aquellos que han logrado los pasos anteriores. Aquellos que quisieran acercarse directamente al estado natural sólo terminarían en un estado de pasividad psicológica, de letargo, espiritualmente perjudicial.
9- Transmisión sobre el Devenir infinito
Después de la transmisión del estado natural, hay una transmisión final que no es realmente un paso. Es el estudio de todos los «signos» que caracterizan la auténtica experiencia del Estado Natural y sus consecuencias: la liberación en la vida presente.
Si faltan algunos de estos «signos», el Adepto puede así trabajar sobre lo que no ha asimilado suficientemente en los pasos que le han sido transmitidos.
Estos «signos» son los siguientes:
Paciencia.
Una paz profunda.
Incapacidad de apego.
Sentido de unidad que une a todos los seres.
Ausencia de exterioridad a través de la experiencia de que todo lo que existe está dentro de nuestra Realidad trascendente.
Amor y compasión.
No preocuparse por el Bien o el Mal en la realización del Bien.
Práctica espiritual sin participación en ella.
Espontaneidad inspirada.
La falta de creencia en una entidad pensante.
La ausencia de pensamiento detrás del pensamiento.
Nada de actuar en la acción.
Espíritu de la infancia.
Mantenimiento de la experiencia de la Gnosis suprema sin esfuerzo.
Breve explicación sobre la última etapa
En esta etapa se retoma el «punto de vista del hombre» como servidor de nuestro Sí. Como nada puede sobrepasar la inmutabilidad eterna del Estado Natural, se trata del devenir del instrumento humano. Esta última etapa contiene un análisis de los «signos» de la Liberación en esta vía (Jivan Mukti), lo que constituye un método de control permitiendo comprobar en la vivencia humana la integración de las etapas de la iniciación y, llegado el caso, remediar a ciertas insuficiencias. Se entiende que, en este nivel, no hablamos ya desde hace mucho tiempo de «nuestra vivencia», sino de la: «vivencia humana», es decir de lo que debe reflejarse en el seno de una vida humana a la cual ya no nos identificamos. Aunque tal vivencia forme parte para nosotros de las cosas exteriores que percibimos, el reflejo que constituye da testimonio de una verdadera adquisición, a falta de la cual toda la llamada «Realización» no sería más que una ficción meramente subjetiva.
El Adeptado
El Adeptado se relaciona con las prácticas y las acciones de las personas que forman parte de nuestra Cofradía iniciática.
Sólo aquellos que hayan acabado la recepción de las transmisiones iniciáticas del Gnosticado pueden formar parte de esta Cofradía. Cualquier miembro de la Cofradía participa, de manera visible o invisible, a la difusión del Conocimiento.
Entre los miembros de la Cofradía las personas que asumen la función de instructor o instructora tienen evidentemente un lugar preeminente, puesto que es sobre ellas que descansa la perennidad de dicha Cofradía.
Pero sólo se puede llegar a ser instructor después de haber recibido una formación pedagógica y haber superado los controles que se hacen al final de la formación.
Esta formación puede ser emprendida a partir del nivel de la Gnosis englobante, pero obviamente las funciones de instructor sólo pueden ser plenamente asumidas después de haber acabado el Gnosticado.
Conclusión
No precisamos más la naturaleza de estas diferentes etapas con el fin de no sobre cargar la presente exposición
Lo importante es saber que cada etapa implica el paso a una perspectiva superior y la puesta en causa de lo que precedentemente se ha aprehendido.
Nota:
Podemos decir, sin fanfarronada, que esta estructura iniciática es muy rica y que, entre las personas comprometidas en una búsqueda espiritual desde hace muchos años, numerosas son las que se quedan sin progresar en un cierto nivel que para nosotros no constituye más que una etapa. Pero esta riqueza tiene también su contrapartida: hay que estar dispuesto a realizar un trabajo intenso durante años.